El Marido de mi Tía Paca

Yo era un chavalito. No se… tendría seis o siete años. Fuimos a casa de mi tía Paca al barrio de Santa María. Vivía en un edificio, arriba… cerca de las Puertas de Tierra. Aquella casa no tenía puertas. Sólo cortinas. Bueno, cada piso si tenía puertas pero dentro de los pisos sólo había cortinas. Allí no había manera de tener un secreto. Todo el mundo se enteraba de todo. Si llegabas un día a las 3 de la madrugada todo el mundo lo sabía. Había una casera que, yo creo, que no dormía y se enteraba de todo. Pero, por otra parte, si estabas enfermo o te pasaba algo ten por seguro que no te iba a faltar un plato de comida.

Mi tía Paca era la hermana de mi abuela ¡fíjate tú! Claro, nosotros oíamos a mi madre “vamos a casa de la tía Paca” y para nosotros era “la tía Paca”. Me acuerdo que ponía tortas Inés Rosales. Por lo menos aquella tarde puso tortas Inés Rosales y café con leche. Y allí se hablaba mucho de una vecina que era muy vieja ¡pero vieja! y tenía un novio joven que no llegaba a los 30 años ¡pues algo le dará…!

En esa casa no había puertas sino unas cortinas que separaban las habitaciones. Unas cortinas gruesas. La cortina que separaba la salita del dormitorio tenía un agujero y el marido de mi tía Paca, que estaba demenciado, asomó la pilila por el agujero. Aquello, gordo, que caía, a mi me parecía un gusano. ¡Mira mamá, un gusano! Recuerdo que a mi madre se le cayó el café. ¡José! A mi me parecía un gusano. Vamos, que veía la cabeza del gusano y todo. Mi madre no me decía ni que si ni que no. Como era pequeño me quitaron corriendo de allí.

Pues aquello tuvo que tener sus consecuencias porque recuerdo que no volvimos a aquella casa en mucho tiempo.